miércoles, 18 de noviembre de 2015

Isla de plástico

La Isla de plástico, también conocida como Isla de basura, Isla tóxica, Remolino de basura del Pacífico y otros nombres similares, es una zona del océano cubierta de desechos marinos en el centro del océano Pacífico Norte. Se estima que tiene unos 22.200 kilómetros de circunferencia, cerca de 3,4 millones de kilómetros cuadrados de superficie y una profundidad de treinta metros bajo el mar. Este vertedero oceánico se caracteriza por tener concentraciones excepcionalmente altas de plástico suspendido y otros desechos atrapados en las corrientes del giro del Pacífico Norte. A pesar de su tamaño y densidad, la isla de basura oceánica es difícil de ver incluso mediante fotografías satelitales. Tampoco es posible localizarlo con radares.
El 80% de estos residuos tóxicos que se extienden por el océano llega de zonas terrestres a través de ríos, aguas residuales, playas y costas. El 20% restante está asociado a residuos de barcos y otras plataformas marítimas; y todo ello se instala en una zona a la que es atraído en forma de remolino por las corrientes del giro oceánico del Pacífico Norte. Es la isla de plástico, perdida en medio de aguas internacionales de las que nadie se hace responsable, sigue creciendo ante la pasividad de países, gobiernos e instituciones. Aunque los datos de tamaño y ubicación de las manchas no son precisos, ya que estas se mueven y presentan bordes difusos, lo que está más que demostrado es que existen. 

Está formado por bolsas, redes de pesca, sogas, botellas y tapones, neumáticos, etcétera. Ninguno de los elementos que forman estas islas de plástico es biodegradable, sin embargo, sí se desintegran por la acción de la luz solar y la erosión del viento y las olas, transformándose en infinitas micropartículas de plástico que invaden los océanos. Y es la desintegración del plástico en partículas tan microscópicas lo que hace que la llamada isla de plástico del Pacífico Norte, sea casi imposible de localizar mediante radares o tecnología satélite. La circulación natural del agua en esa zona del océano, conocida como el Giro o Remolino del Pacífico Norte tiende a concentrar la basura en islas flotantes. La isla de basura del Pacífico Norte no es visible mediante fotografías por satélite porque gran parte de sus residuos no están flotando en la superficie, sino que se encuentran en forma de partículas suspendidas en la columna de agua, convirtiéndose en lo que muchos investigadores ya han llamado una “sopa de basura”. El motivo de esta acumulación –justo en este punto– es la confluencia de la corriente en vórtice del Pacífico Norte con los vientos alisios del sur, que se mueven en direcciones opuestas. Eso da lugar a un remolino que impide que los desechos plásticos se dispersen hacia las costas. 
Los animales y microorganismos que habitan en el mar no tienen la capacidad de reconocer estos restos como para distinguirlos de su alimento habitual. Los peces pequeños confunden estas partículas plásticas con alimentos y muchos mueren tras ingerir los fragmentos, que además actúan a modo de esponja para las sustancias tóxicas y metales pesados. Otros sobreviven y cuando son ingeridos por animales más grandes entran a formar parte de la cadena alimenticia. Miles de aves y mamíferos marinos mueren cada año por la ingesta de estas partículas o bien atrapados entre los plásticos. Esta mancha tóxica está en aguas internacionales y no es parte de las principales rutas comerciales, no está bajo ninguna jurisdicción y la sociedad no sabe de su existencia, y ningún gobierno está tratando de solucionarlo. Sin embargo, las consecuencias que se derivan de su existencia nos afectan a todos. Hay especies invasivas de insectos marinos que se adhieren a la superficie de los plásticos y se desplazan grandes distancias, colonizando nuevos ecosistemas. La concentración de polímeros de plástico es en esta zona hasta siete veces superior a la concentración de plancton. La principal isla de plástico del planeta, fue descubierta por el navegante británico Charles Moore el 13 de agosto de 1997. Navegaba en su velero desde Hawai hasta California cuando, al desviarse de la ruta planeada, encontró flotando en el agua una inmensa mancha de botellas de plástico, envases, ropa, bolsas de basura, etc., una isla de basura de dimensiones incalculables. A la hora de plantearse una limpieza o eliminación de estas zonas, los expertos señalan que se trata de un proceso muy complicado: no se trata de algo homogéneo y su naturaleza desigual dificulta su tratamiento. El tamaño milimétrico de los fragmentos de plásticos no hace posible su limpieza sin tener un impacto negativo sobre los organismos microscópicos del hábitat marino. Los océanos abarcan más del 90% de la superficie habitable de la Tierra y el 50% del oxígeno lo producen algas microscópicas –el fitoplancton–, la base de la cadena trófica marina. Es necesario concientizarnos que hay que reemplazar los plásticos por materiales biodegradables para no seguir agravando el problema.